¡HIDRATACION POR FUERA! Y, ¿LA DE DENTRO?

Los años pasan, las primeras arrugas aparecen y, si nos preocupan, empezamos a buscar soluciones para retrasar su aparición.  Cosméticos, tratamientos hidratantes, inyecciones de ácido hialurónico y vitaminas, pero: ¿Nos preocupamos de la hidratación de TODO nuestro cuerpo?

Es cierto que algunos cosméticos ayudan a evitar la pérdida de agua de nuestra piel, esa función que tiene la capa córnea de nuestra epidermis, la más externa. La mayoría lo hacen aumentando la cohesión de los corneocitos (las células de la capa córnea) y si la piel no pierde agua, está más hidratada, pero: nos olvidamos de hidratarla desde dentro. 

Si entendemos que las estructuras que componen nuestro cuerpo, están “nadando” en un 70-75% de agua, es lógico adivinar la importancia de hidratarnos para que funcione de forma adecuada. 

Cuando perdemos el 1% del agua corporal nuestro cuerpo genera mecanismos de adaptación llevando agua de dentro de las células a fuera de las mismas y disminuyendo la cantidad de orina que producen nuestros riñones, pero ahí empieza a haber problemas. Nuestros riñones dejan de eliminar desechos metabólicos de nuestro organismo y el tejido neuronal pierde la correcta hidratación. Aparece la sed, nos duele la cabeza, perdemos concentración, capacidad de memorizar y perdemos hidratación en la piel. Si perdemos hasta un 3-4 % del agua corporal, convertimos la deshidratación en un problema médico y, con lo que respecta a la piel, ésta pierde su elasticidad y aparece apergaminada. Perdemos el brillo de los ojos, se nos secan las mucosas, tenemos sensación de boca seca y hasta podemos tener visión borrosa. 

Sin duda, el cuerpo dirigirá el agua hacia órganos nobles descuidando la piel, en una situación de emergencia, de supervivencia porque pérdidas mayores nos pueden llevar a la muerte. 

Hidratarse consiste en llevar a nuestro cuerpo la cantidad de agua adecuada a través de la comida y la bebida. Las frutas y verduras que ingerimos, nos aportan más que agua, nos aportan minerales como el calcio, magnesio, potasio, sodio, que son muy importantes en la hidratación. Hidratarse no sólo es beber agua, sino aportar a nuestro cuerpo el agua y los minerales necesarios. 

Y es que no debemos olvidar que somos una estructura sumergida en una gran cantidad de agua. Los huesos contienen hasta un 20% de agua y en nuestra sangre más del 90% es agua.     

¿Cuánta debemos tomar?

Se trata de mantener nuestro cuerpo hidratado; conocemos ya algunos de los síntomas que puede provocar una mala hidratación, pero sugiero una observación que suele ser bastante acertada para saber que lo estamos haciendo bien y es “fijarse en el color de la orina”. Más allá de algunas patologías, toma de medicamentos y demás que pueden interferir en el color de la orina, ésta debe ser casi transparente, con un ligero tono amarillo. Una tonalidad más intensa, indica una deficiente hidratación. 

Por lo general se recomienda tomar de 1,5 a 2 litros al día de agua, si mantenemos una dieta variada y rica en frutas y verduras (unas 4-5 raciones diarias). En casos particulares, en personas que transpiran mucho, en épocas estivales con altas temperaturas, personas que trabajan en ambientes muy cálidos, en deportistas, se precisan cantidades mayores y se recomienda tomar algunas bebidas isotónicas para, además de aportar el agua, conseguir también el equilibrio de las sales minerales. Las sales son tan importantes para hidratarse como el agua propiamente dicha. 

¿Vale cualquier líquido?

En realidad, no. Las bebidas alcohólicas incluso la cerveza, inhiben la hormona antidiurética y por ello no nos sirven para hidratarnos, aunque puedan refrescarnos y parezca que nos quitan la sed. Parecido ocurre con algunas infusiones como el té, el mate y también el café que por su contenido en xantinas estimulan la diuresis y contribuyen mal a la hidratación. Podemos tomar algún zumo de frutas de forma esporádica pero su contenido en azúcares y su fácil absorción al carecer de la fibra que contiene cuando la comemos como fruta, hace que los niveles de azúcar suban rápido en sangre y ya sabemos que tener el azúcar en sangre alto, nos provoca más sed.  

¿Cómo beber sin sed?

Es una pregunta que me repiten los pacientes en la consulta. Tengo un truco que suele ser eficaz, porque se convierte en un hábito: cuando vamos a preparar la comida bebemos un vaso de agua y después de terminar la comida otros que puede ser en forma de agua, infusión, incluso un café largo. De esta forma estamos aportando unos 400 ml de agua por comida. Sólo que lo hagamos en las tres comidas principales, casi ya llegamos al litro trescientos, con un vaso a media mañana y media tarde, acompañando a los tentempiés ya casi cumplimos con el objetivo diario. Las cosas que se hacen por hábito, como rutina, se incorporan a nuestra vida y acabamos por necesitarlas. 

Hidratar la piel por fuera está bien, pero la mejor hidratación viene desde dentro. No te olvides de beber, te va la belleza y la salud en ello.